Las empresas
productoras e importadoras de agrocombustibles han sufrido un fuerte revés,
luego de que el gobierno alemán decidiera abandonar sus planes de aumentar a 10
por ciento la mezcla de agroetanol en los combustibles. El gobierno confirmó
que, de todos modos, el país cumpliría las metas de protección climática fijadas
hasta 2020.
El anuncio hecho el 4 de abril por el ministro de Medio
Ambiente, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, pone fin a una pulseada en
el gabinete ministerial, en especial con el ministro de Economía, el
socialcristiano Michael Glos, y significa que el gobierno tendrá que
elaborar una nueva estrategia para cumplir con las metas de protección del clima
hasta 2020. El gobierno se apresuró en declarar que no abandonaría las
obligaciones asumidas en el marco de la estrategia de la Unión Europea;
al igual que otros países industrializados Alemania pretendía reducir las
emisiones totales de dióxido de carbono (CO2) mediante el uso creciente de
agroetanol.
¿La decisión marcaría entonces una victoria de los
detractores de los agrocombustibles y su importación masiva al país? Si bien la
conciencia acerca de los efectos desastrosos de la ampliación de las
plantaciones de soja, palma africana, maíz y otros está creciendo en el país, el
detonante de la decisión fueron las dificultades técnicas de adaptar millones de
coches a mezclas con un porcentaje de etanol superior a 5 por ciento en la nafta
común y súper, y 7 por ciento de agrodiesel. De haberse aceptado el carburante
E-10, millones de propietarios de coches no tan nuevos hubieran tenido que
recurrir a la carísima nafta “Super-Plus”. Sumado a la fuerte suba de los
precios de comestibles, sobre todo de lácteos y cereales, esto podría haber
tenido un efecto político muy negativo para los partidos en el poder que éstos
no estaban dispuestos a arriesgar.
Para salvar sus compromisos en materia de protección del
clima, la nueva estrategia gubernamental insistirá en aumentar aún más sus metas
para la producción de energía a partir de fuentes renovables. Para lograr una
reducción de las emisiones de CO2 en el orden de 40 por ciento durante los 30
años que van de 1990 a 2020 se propone elevar el porcentaje de energía eólica,
hidráulica, solar y sobre todo de biomasa en la producción total de energía del
país a 30 por ciento (meta actual: 27 por ciento). Políticos de los partidos
Liberal y Los Verdes (ecologistas) instan, además, al gobierno a bajar la carga
impositiva sobre la producción de agrodiesel en el país, especialmente en base a
colza. De esta manera la producción nacional de agrodiesel puro podría ser
estimulada, sobre todo para el transporte de cargas, que últimamente había
recurrido a los carburantes tradicionales evitando así el alto costo del
agrodiesel.
Con la situación creada a partir de la decisión ministerial
aumentará la presión sobre la industria automotriz para que ofrezca soluciones
técnicas para las mezclas de combustibles. Paralelamente, crecerá la presión de
los productores de colza y otras materias primas para agrodiesel, para que el
gobierno los beneficie con reducciones impositivas. Aumentará también la presión
de los defensores de la introducción de límites de velocidad en las autopistas,
y de quienes desde hace tiempo insisten en que la industria automotriz alemana
debería desarrollar más coches pequeños y, en consecuencia, menos dañinos. Habrá
que ver si una vez más el lobby de esa industria y la Asociación de
Automovilistas de Alemania (ADAC) se imponen. Hasta ahora ningún gobierno
ha sido capaz de imponer restricciones de velocidad contra la voluntad unida de
los máximos representantes de un país loco por el automóvil.
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