Crecen las
dudas sobre su capacidad para reducir CO2
y los
temores a sus efectos adversos
A los
biocombustibles cada vez les resulta más difícil llevar colgada la etiqueta de
fuente de energía ecológica. La culpa es del creciente número de expertos,
investigadores y ecologistas que cuestionan su capacidad para reducir las
emisiones de CO2, y hablan los efectos de deforestación y de aumento de las
desigualdades que pueden causar.
Por segunda
vez en lo que va del año, la Comisión Europea ha tenido que salir a defender su
progresiva incorporación al transporte por carretera -el objetivo es que
supongan el 5% en 2010 y el 10% en 2020-, ante las declaraciones críticas de
Reino Unido. En las últimas, Robert Watson, asesor de medio ambiente
del primer ministro Gordon Brown, recomendó al Gobierno británico que
estableciera una moratoria en la aplicación de las cuotas establecidas por la UE
y cuestionó seriamente la contribución de los biocombustibles a la reducción de
las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
"Seguimos
pensando que es razonable y hasta modesto aspirar a que en 2020 el 10% de la
energía para el transporte proceda de los biocarburantes, hay que pensar que la
alternativa es el petróleo". Ferran Tarradellas, portavoz del comisario
de Energía, Andris Pieblags, mostraba así la firme decisión de mantener
los objetivos.
Reino Unido
cuestiona los objetivos marcados por la UE |
También los
defendió con los mismos argumentos el propio comisario hace dos meses, justo
después de conocer un informe presentado a la Cámara de los Comunes británica (Are
biofuels sustainable?), en el que se criticaba el precipitado y poco
ecológico desarrollo de los biocombustibles. Sin embargo, no se trata sólo de
asesores e informes del Reino Unido. Otros expertos en materias
ambientales, numerosos centros de investigación y universidades y la mayor parte
de los grupos ecologistas y de defensa de los derechos humanos emiten a diario
declaraciones y documentos en los que afirman que los biocombustibles no
contribuyen a luchar contra el cambio climático, que provocan graves impactos
ambientales en zonas de alto valor ecológico (Indonesia y Suramérica,
principalmente), que alteran el precio de los alimentos y que afianzan un modelo
agrícola de explotación laboral y alta dependencia de grandes multinacionales.
Los
economistas del área de Medio Ambiente de la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico (OCDE) acaban de reconocer en un foro abierto en
Internet que "el rápido crecimiento en el uso de los biocombustibles de primera
generación ha repercutido en el precio de los alimentos y es un tema de
preocupación en numerosos países". Sin embargo, también hablaban de sus
beneficios, como la reducción de emisiones del impacto de su producción sobre el
medio ambiente.
Se trata de un
constante cruce de acusaciones y apoyos que mantienen al sector en vilo,
especialmente en Europa. Según Roderic Miralles, presidente de la
sección de Biocarburantes de la Asociación de Productores de Energías Renovables
(APPA), "países como Alemania o España producen entre el 10% y el
20% de su capacidad instalada, algo inaudito, porque por un lado se nos acusa de
tener una gran influencia en la subida de precios y por otro mantenemos plantas
sin operar por la inestabilidad del sector". Además, el sector continental de
biocombustibles tiene que luchar contra las miles de toneladas altamente
subvencionadas que entran en Europa procedentes de Estados Unidos.
Jorge Riechmann, del equipo técnico del Instituto Sindical
de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Comisiones Obreras, prefiere no
mostrar a los biocombustibles, de partida, como ecológicos. "No todo
aprovechamiento de la energía renovable resulta sostenible. La idea de sustituir
la gasolina y el gasóleo por carburantes elaborados a partir de la biomasa sólo
sería buena con muchos menos vehículos de motor en el planeta y mucho menor uso
de los mismos; es decir, con otro modelo de transporte", sostiene.
Uno de los
cuestionamientos que se ponen a los objetivos de la UE es que para cubrir
los porcentajes establecidos (que ahora superan escasamente el 2%) habrá que
poner en cultivo millones de hectáreas, y no todas en Europa. La Agencia
de Evaluación Ambiental de los Países Bajos, en un estudio publicado el
mes pasado, cuantificaba entre 20 y 30 millones las hectáreas necesarias para
abastecer de biocombustibles el 10% de la demanda en 2020. "El sistema de libre
comercio conllevará que la UE produzca sólo la mitad de los cultivos
necesarios, mientras que la otra mitad se importará", concluía.
El cultivo y
producción en terceros países, la roturación de terrenos vírgenes, el empleo de
maquinaría pesada para la plantación y recolección, la utilización de
fertilizantes y plaguicidas y el transporte hacia los lugares de procesamiento y
consumo cuestionan la contribución de los biocombustibles en la lucha contra el
cambio climático y, por el contrario, hacen pensar que, incluso, pueden
favorecer el aumento de las emisiones. Así lo piensa, no sólo el instituto
holandés, sino organizaciones ecologistas como Greenpeace y Amigos de la Tierra
y varios estudios publicados recientemente en la revista Science.
La
OCDE admite preocupación por su impacto en el precio de los
alimentos
Los biocombustibles tienen más controles que los procedentes del
petróleo |
El Instituto
para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), dependiente del
Ministerio de Industria, advierte de que la política de la UE va mucho
más allá de los porcentajes. "Nunca antes se había llegado tan lejos con la
exigencia de sostenibilidad, hasta el punto que los biocombustibles reciben un
peor trato que la producción agrícola tradicional o los carburantes fósiles,
para los que no existen esas exigencias".
La nueva
directiva europea de energías renovables dice que no se podrán etiquetar como
biocombustibles los que utilicen materias primas de bosques vírgenes, praderas y
áreas protegidas o de la conversión de humedales y zonas de silvicultura, ni los
que emitan por encima de un 35% menos de GEI que los combustibles fósiles. "Esto
supone primar el uso de carburantes fósiles", asegura el IDAE.
En cualquier
caso, las investigaciones para mejorar los biocombustibles siguen en marcha. Y
avanzan. "Entre las muchas direcciones en las que se trabaja, está la de atender
a las características de cada mercado. Por ejemplo, en el norte de Europa,
habrá un desarrollo viable y sostenible en torno al aprovechamiento de los
residuos forestales y de las fábricas de pasta de papel. En el sur de Europa
habrá que pensar en aprovechamientos o plantaciones que no supongan una alta
demanda de agua. Es decir, adaptarse a la geografía y la climatología para
producir de forma sostenible", asegura Luís Cabra, director corporativo
de Tecnología e Ingeniería de
Repsol YPF y presidente de la Plataforma Tecnológica
Europea de Biocarburantes.
Tomado
de El País, España
4 de
abril de 2008
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