Con Julio César Paz
La gente moría
y no sabíamos por qué
Las viudas de
los afectados por Insuficiencia Renal Crónica (IRC) comparten recuerdos
angustiosos en los que han visto morir a sus maridos postrados en una
cama. Durante años la gente fallecía y no se sabía por qué.
Parafraseando a García Márquez, era la “crónica de una muerte
anunciada”, mientras las avionetas seguían esparciendo agrotóxicos
encima de los cañaverales y del poblado donde vivían los trabajadores y
sus familias.
Cuando se denunciaron los primeros casos de IRC, la
empresa cerró ese lugar y los trasladó a un terreno donde tuvieron que
reacomodarse. Desde entonces, lo que tomó el nombre de barrio
Candelaria, en Chichigalpa, se ha vuelto un lugar de dolor y
desesperación, con altísimos índices de mortandad por Insuficiencia
Renal Crónica.
Julio César Paz Cruz
empezó a trabajar a los 16 años en el Ingenio San Antonio
y se quedó 26 años. En 1992 fue despedido junto a otros 500
trabajadores. Nunca le explicaron el por qué. Diez años después comenzó
a enfermarse y, luego de hacerse unos análisis médicos le dijeron que
tenía IRC. Nunca en su vida había relacionado esos malestares que
lo atormentaban con la enfermedad que aún continúa diezmando a los ex
trabajadores azucareros.
-¿Qué tipo de trabajo hacía en el Ingenio?
-Trabajé de conductor y en el departamento de vulcanización,
reparando los equipos a los que se les pinchaban las llantas en el
campo. Comenzaba a trabajar a las 6 de la mañana y terminaba a las 6 de
la tarde, pero en temporada de zafra, cuando el trabajo era mucho, me
quedaba hasta las 9 o 10 de la noche. Para poder ganar un sueldo decente
teníamos que trabajar hasta que aguantábamos. Las condiciones eran
pésimas, sobre todo cuando salíamos al campo.
-¿Cómo fue que lo despidieron?
-Fue un engaño. A 500 trabajadores nos mandaron de vacaciones
y a los 15 días pusieron un rótulo en el que nos avisaban que habíamos
sido despedidos. Se dijo que era porque habían demasiados trabajadores,
pero nunca supimos si eran otras las motivaciones. Después de tantos
años de trabajo me liquidaron con una miseria.
-¿No fue a raíz de la enfermedad?
-En aquel tiempo la gente ya había comenzado a morir, pero
desconocíamos las causas. Muchas veces eran enterrados en un panteón que
había en el Ingenio, en otros casos los traían a Chichigalpa.
Recién comenzamos a relacionar esas muertes con el trabajo en 1996,
cuando la empresa cerró el poblado donde vivíamos y nos trasladó afuera
del Ingenio.
-¿Cómo era la vida en ese poblado evacuado?
-Yo me crié y viví allí casi 30 años. Era un pueblo que la
empresa había construido alrededor de la fábrica y que estaba rodeada
por los cañaverales. Casi todos los trabajadores y sus familias vivíamos
allí. En mi caso, como mi hijo trabajaba apara el Ingenio San Antonio,
yo pude seguir viviendo en este lugar pese a que ya me habían despedido.
Me acuerdo que cuando pasaba la avioneta para regar el “madurador”,
nuestros patios y casas se llenaban de este químico, porque los
cañaverales estaban a la orilla de las casas. Era un líquido que hedía,
pero no le hacíamos caso porque no pensábamos que podía afectarnos.
Me acuerdo una vez que llegué a un lugar donde embarcaban
azúcar para llevarlo al puerto de Corinto. Miré una gran cantidad de
peces muertos y con los ojos blancos, como cocidos. Me extrañé mucho,
pero al día siguiente me di cuenta de que habían esparcido agrotóxicos y
después habían regado agua. Esa agua había llegado hasta el estero y
había contaminado la zona provocando la mortandad de peces.
-En 1996 la empresa evacuó el pueblo. ¿Cómo ocurrió?
-Se estaban multiplicando los casos de muertes de
trabajadores y un doctor del Ingenio denunció públicamente que se
trataba de problemas a los riñones. La gente comenzó a preocuparse y a
protestar, y la empresa decidió cerrar el poblado y nos trasladó a un
terreno vacío, donde en las décadas pasadas habían sembrado algodón,
para que nos reacomodáramos. Las personas que tenían medios económicos
pudieron levantar una casita, los otros buscaron cómo acomodarse de
alguna manera. En el caso de mi familia tuvimos que vivir por un tiempo
en una “champa”1 de plástico, y poco a poco fuimos construyendo
nuestra casa. Las condiciones eran pésimas y ahora este barrio se ha
transformado en el lugar con mayor índice de casos de IRC. Cada
día se entierran a ex trabajadores y hay centenares de enfermos.
Me acuerdo que cuando
pasaba la avioneta para regar el “madurador”,
nuestros patios y casas se llenaban de este químico, porque
los cañaverales estaban a la orilla de las casas. Era un
líquido que hedía, pero no le hacíamos caso porque no
pensábamos que podía afectarnos |
-¿Es a partir de esta fecha cuando el Ingenio San Antonio
comenzó a hacer análisis a los trabajadores antes de engancharlos para
la zafra?
-No exactamente. Antes hacía análisis de la vista y
averiguaba si tenías hernia. Cuando comenzó a morir gente y evacuaron el
pueblo introdujo el examen de la creatinina, y si alguien sale con 1,2
mg/dl2
ya no le dan trabajo y le dicen que vaya al Seguro Social a pedir la
pensión. No hay ningún interés por la persona.
-¿Cuándo se dio cuenta de que estaba enfermo?
-Al ser despedido por el Ingenio San Antonio busqué
otro trabajo, pero hace ocho años comencé a sufrir del corazón y a
sentir un fuerte ardor en todo el cuerpo. La junta médica de la empresa
me mandó a hacerme varios análisis y fue allí que salí con 3,3 mg/dl de
creatinina. Me asusté mucho porque nunca pensé que padecería esta
enfermedad.
-¿Cuáles son los síntomas de la IRC?
-Es como tener un fuego por todo el cuerpo, una
calentura permanente y uno quisiera bañarse seguido para tratar de
calmar esta sensación de ardor. Ya cuando una persona entra en una etapa
terminal son dolores como si tuviera quebrados todos los huesos. He
visto morir a muchos amigos, y hace siete meses murió mi sobrino.
¡Hubieras visto cómo se retorcía del dolor! En muchos casos a la
persona se le infla el cuerpo por la retención hídrica, porque los
riñones ya no están funcionando. En otros casos se ponen secos y se
mueren después de una larga agonía de hasta un mes. Es una muerte
horrible, porque cuando los riñones no funcionan se afectan todos los
órganos y lentamente dejan de funcionar.
En mi caso, tengo un riñón a 86 por ciento y el
otro a 74 por ciento de su dimensión normal, es decir que se van a
atrofiando poco a poco.
También hay muchos casos
de gente joven y de niños y niñas que mueren por IRC, y es
algo que duele hasta lo profundo del alma |
-¿Cómo vive la familia todo ese proceso tan
doloroso?
-Es lastimoso. Es un dolor que afecta en lo
profundo a los familiares que miran a su papá, hijo o hermano morir de
esta manera. Además, es una enfermedad muy cara y la familia comienza a
tener graves problemas económicos. Quedan viudas y huérfanos
desamparados y las mujeres tienen que buscar cómo sobrevivir y seguir
adelante con sus hijos. También hay muchos casos de gente joven y de
niños y niñas que mueren por IRC, y es algo que duele
hasta lo profundo del alma. Aquí no estamos hablando solamente de ex
trabajadores que laboraron en el corte de caña, sino de gente que
operaba en otros departamentos, en las oficinas y esto se debe a la
contaminación del agua que todos tomábamos.
-Van a cumplir dos semanas aquí en Managua. ¿Cómo
ha sido esta permanencia?
-La ayuda que nos han brindado algunas
organizaciones como la UITA y la Asociación Italia-Nicaragua
ha sido fundamental para podernos alimentar. Las condiciones no son
fáciles. Dormimos a la intemperie, en las hamacas, pasamos el día al sol
buscando un poco de sombra debajo de estos árboles, pero seguimos en la
lucha. Todos los días nos movilizamos hacia el Edificio Pellas y
alrededor de la Rotonda de Metrocentro, desplegando nuestras mantas y
distribuyendo los volantes a la gente que pasa. A algunas de las
personas tuvimos que enviarlas de regreso a su casa porque se estaban
enfermando, y no podemos permitir que se muera gente. El resto sigue
firme en la lucha.
-¿Cómo está la moral de la gente?
-En los días pasados hubo cierta preocupación
porque aún no hubo una respuesta por parte de la empresa, pero la
reunión que tuvimos con los diputados y el apoyo que nos van a brindar
nos motivó a seguir adelante. Hasta el momento, el señor Carlos
Pellas se ha portado de forma inhumana y parece que cree solamente
en su dinero. Sin embargo, estoy convencido de que tarde o temprano nos
va a escuchar y vamos a lograr la reparación que nos debe.
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