Con Silvio Baltodano Flores
Pedimos solamente lo
que nos corresponde
Mientras en
estos días altos cargos del Ingenio San Antonio, propiedad de la
Nicaragua Sugar Estates Ltd, que integra al Grupo Pellas, anuncian con
“bombos y platillos” el envío a Europa de un total de 40 millones de
litros de etanol, la mitad de lo que tienen previsto para 2009, y el
aumento de hasta 500 mil litros de la capacidad de destilación diaria,
lo que originará unos 60 millones de dólares en divisas, los ex
trabajadores azucareros y las viudas de la ANAIRC, organización afiliada
a la UITA, continúan acampados en Managua pidiendo que se les reconozca
una indemnización por los daños causado a su salud.
Silvio Baltodano Flores es uno de ellos. Trabajó 9 años en el Ingenio San
Antonio en la preparación de la mezcla y en el riego de agrotóxicos
y salió afectado. La
Insuficiencia Renal Crónica (IRC) lo tiene al borde de la muerte, con el
57 por ciento de su funcionalidad renal comprometida para siempre. La empresa cuando se dio cuenta que “estaba pegado”
(enfermo) no le volvió a dar trabajo y le dijo que pidiera su pensión al
Seguro Social.
Sentado en una de las hamacas del campamento, Silvio
contó a Sirel su historia, exigiendo a los dueños del Ingenio
San Antonio que respondan por los daños que han ocasionado a miles
de personas.
-¿En qué año comenzaste a trabajar para el Ingenio San
Antonio?
-Entré en 1992 para desarrollar un trabajo de investigación
agrícola. Trabajaba con diferentes tipos de agrotóxicos como el
Roundup, Gramoxone, 2,4-D, Hexazinone (Velpar),
Diuron (Gesapac), entre otros.
Los aplicábamos en pequeñas extensiones de tierra donde se
sembraban diferentes variedades de caña para seleccionarlas y sembrarlas
en vasta escala. Ya seleccionadas, el uso de agrotóxicos era masivo.
Trabajé a lo largo de dos periodos. En el segundo trabajé 9 años
consecutivos, invierno y verano, y en 2001 salí afectado con 1,9 de
creatinina.
Tengo una familia y a veces mis hijos no tienen que comer.
Cuando busco trabajo en el campo me rechazan porque estoy
afectado y cuando encuentro algo en la construcción después
de dos o tres días ya no puedo seguir por el cansancio y
tengo que dejarlo. |
Me presenté al “enganche” para la zafra y como siempre me
mandaron a un chequeo médico. Cuando el doctor del hospital del Ingenio
se dio cuenta me dijo que tratara de tomar agua y comer productos como
la piña (ananá) para que bajara el nivel de creatinina, pero más bien el
valor subió a 2,2. Al final me dijo: “Lo sentimos mucho pero no podemos
darte el “enganche”. Estás “pegado”, estás enfermo, así que mejor vas al
Seguro Social para que te pensionen”.
Después de tantos años, todavía estoy esperando mi pensión.
-¿Cómo aplicaban esos agrotóxicos?
-Primero preparábamos la mezcla del producto, le echábamos
agua y llenábamos las bombas para ir a regar a mano. Lo normal era que
nos chorreáramos la espalda y el cuerpo con esos productos.
-¿Ocurría frecuentemente?
-Casi siempre. Recuerdo una vez que prácticamente me mojé
todo con Gramoxone (Paraquat) y a los tres días tenía el cuerpo
quemado. Llamé al ingeniero y me enviaron al hospital, pero después de
una semana ya estaba trabajando.
No tengo la menor duda de que ese contacto continuo con los
agrotóxicos provocó la enfermedad que padezco.
Otro problema era la falta de agua. Cada quien llevaba su
cantimplora pero se acababa rápidamente, y después teníamos que aguantar
sed hasta que regresábamos al departamento.
-¿Cuál es su estado de salud actualmente?
-Pasé varios años con 1,9 de creatinina y ahora en el último
examen que me realicé resultó que tengo el 57,25 de mi funcionalidad
renal comprometida.
-¿Cómo estás sobreviviendo?
-Tengo hermanos que me ayudan, pero es difícil. Tengo una
familia y a veces mis hijos no tienen que comer. Cuando busco trabajo en
el campo me rechazan porque estoy afectado y cuando encuentro algo en la
construcción después de dos o tres días ya no puedo seguir por el
cansancio y tengo que dejarlo.
-¿Qué estás pidiendo a la empresa?
-El Ingenio San Antonio tiene que buscar cómo
solucionar este problema. Saben que somos ex trabajadores, que
trabajamos para ellos y es gracias a nuestro trabajo que pudieron ser lo
que son. Esta enfermedad es
como un cáncer, no para hasta matarte y cuando entré a trabajar al
Ingenio San Antonio estaba sano y salí enfermo.
Aquí en el campamento en Managua hay viudas, padres que han visto morir
a sus hijos, y hay muchos más que no están aquí y que se quedaron en
Chichigalpa. Estamos en este proceso de lucha para que nos indemnicen,
para que nos den lo que nos corresponde.
-¿Si pudieras hablar con el dueño de la empresa qué le
dirías?
-Que se ponga la mano en el corazón y que sepa valorar al ser
humano, porque todos somos seres humanos. Esperamos una respuesta lo más
pronto posible y estamos dispuestos a estar aquí con esta protesta
cívica y pacífica pero firme, hasta que se nos dé una solución.
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