La crisis internacional se presenta en
el discurso económico dominante como una
esencialmente financiera. El derrumbe de
las principales bolsas del mundo, las
hipotecas subprime, los instrumentos
derivados, el alto grado de
apalancamiento de los bancos, los
billonarios rescates estatales a los
gigantes financieros, las nuevas
regulaciones, el rol del FMI, la
cotización del dólar, la baja en las
tasas de interés y los bonus de los
ejecutivos, se convirtieron en los
elementos centrales del futuro de la
economía global
Extraña para la mayoría, la información
financiera permite formarse una idea
sobre la magnitud de una crisis
supuestamente lejana. La preeminencia en
los medios de comunicación de esos
indicadores relegó a un segundo plano
las consecuencias sobre los niveles de
empleo.
En definitiva, sobre el costo más
dramático de esta crisis, que es
padecida en forma más contundente por
los trabajadores.
Aunque todavía lejos del escenario de
1933, cuando la desocupación en
Estados Unidos
superó
el 25 por ciento, el año pasado la
cantidad de personas sin trabajo en todo
el mundo creció en 14 millones y según
estima la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) podría incrementarse, por
lo menos, en 38 millones más para fines
de 2009. En Estados Unidos se pierden alrededor de 600 mil
empleos por mes y en España la tasa de
desempleo del primer trimestre ascendió
hasta el 17,4 por ciento.
Los protagonistas globales de la “peor
crisis desde la Gran Depresión”, Ben
Bernanke (titular de la Reserva
Federal), Timothy Geithner
(secretario del Tesoro de Estados
Unidos) y Dominique Strauss-Khan
(director ejecutivo del FMI), vislumbran
el final de la crisis desde noviembre
del año pasado. Sus más recientes
pronósticos estiman el regreso del
crecimiento económico para comienzos del
año próximo. Mientras tanto, las
cotizaciones de las acciones empiezan a
recuperar terreno de manera sostenida y
para algunos analistas locales e
internacionales “los mercados están
anticipando el final de la crisis”.
Pero los
buenos augurios olvidan mencionar que el
otro mercado, el de trabajo, tarda entre
cuatro y cinco años más en recuperarse,
nunca sin dejar profundas secuelas sobre
los salarios, la distribución del
ingreso y la calidad del empleo.
Además, “el humor de los mercados” suele
ser perverso. Los recientes anuncios de
despidos masivos por parte de algunas
grandes empresas como General Motors
o Nike, tuvieron su reflejo en
las bolsas: al conocerse los ajustes sus
acciones repuntaron.
Panorama global
En
marzo el desempleo experimentó un
incremento interanual del 38,5 por
ciento en los países desarrollados. En
los países periféricos la OIT registró
una suba del 6,7 por ciento (en febrero
había sido el doble). Si bien el impacto en estas economías es menor, el
organismo advierte que en algunas la
pérdida del empleo como resultado de la
crisis apenas ha comenzado. La crisis
impacta con mayor intensidad sobre
algunos sectores de la población:
mujeres, inmigrantes y jóvenes. El
sector financiero, el automotor y la
construcción son los que más están
sufriendo en los países centrales. Más
allá de las dificultades metodológicas
para comparar la información de los
distintos países, algunos datos de
Argentina sirven como marco de
referencia.
En el primer trimestre del año el
desempleo se ubicó en el 8,4 por ciento
y comenzó a evidenciar los primeros
impactos de la crisis sobre el nivel de
actividad. Entre 1994 y 2006 la tasa de
desocupación superó el 10 por ciento y
en 2001 llegó al 21 por ciento.
En la
eurozona la desocupación alcanzó el 8,9
por ciento y las autoridades esperan que
se siga subiendo. La Comisión Europea
proyecta una tasa cercana al 10 por
ciento para 2010.
Los jóvenes son los más perjudicados:
los indicadores para el sector sub-25 de
la población duplican las cifras
globales. Entre los estados miembros, la
tasa más baja la registra Holanda
y el podio está ocupado por España,
Lituania y Letonia. Estos
dos “tigres bálticos”, que más que
duplicaron sus tasas de desempleo en un
año, se encuentran en una situación con
muchas semejanzas a la Argentina
de 2001: tipo de cambio real apreciado,
grandes déficits en cuenta corriente,
alto grado de endeudamiento en moneda
extranjera. En Letonia, que
recibió un paquete de ayuda del FMI y
aplicó sus tradicionales recetas de
ajuste y reformas, hubo saqueos,
protestas en las calles y el primer
ministro terminó cayendo. En esa
economía, el desempleo se ubica en el
16,1 por ciento, pero el líder del viejo continente es
España
donde la
tasa de desocupación se disparó hasta el
17,4 por ciento de la población
económicamente activa en los primeros
tres meses del año.
En Andalucía, supera el 24 por ciento.
El empleo cae en todos los sectores
productivos del país. Las ramas de
servicios y construcción, pilares del
crecimiento en los últimos años y las
principales fuentes de trabajo para los
jóvenes y los inmigrantes, son los más
afectados.
El
porcentaje de parados entre los
extranjeros asciende hasta el 28,4 por
ciento.
En el país ibérico existe un alto grado
de precariedad. La tasa de temporalidad
laboral duplica el promedio del resto de
las economías europeas y ronda el 28 por
ciento, facilitando así a las empresas
españolas los despidos a bajo costo. En
los últimos doce meses, el total de
asalariados con contratos “indefinidos”
creció levemente mientras que la
destrucción de empleo se concentró en el
sector informal, con contratos
temporales.
Los datos de desempleo revelan en muchos
casos las debilidades de la estructura
productiva de los países. En algunas
economías latinoamericanas, los
fabricantes de autos, junto con otras
ramas industriales, están respondiendo a
estrategias globales de ajuste:
rescindiendo contratos y despidiendo
trabajadores antes de que la demanda
interna en esos países comience a
desacelerarse. Los sectores orientados
hacia la exportación, que en muchas
economías en desarrollo son los
principales proveedores de empleo
formal, enfrentan un mercado global en
contracción. Estas actividades son las
que se muestran más vulnerables a la
crisis. En India
se
destruyeron recientemente 500 mil
puestos de trabajo en los sectores
orientados al mercado externo. Para la
OIT, Latinoamérica tendrá al menos 17,2
millones de desempleados en 2009, unos
dos millones más que el año anterior.
El economista colombiano y profesor de
la Universidad de Columbia, José
Antonio Ocampo, explicó a Cash que
“en algunos países de América Latina
el impacto sobre el empleo va a ser muy
duro. En particular se verán afectados
aquellos países que tienen sectores
exportadores con un fuerte contenido de
empleo. Me refiero a México,
República Dominicana y algunos
países centroamericanos. Son sectores en
franca contracción. Además, hay que
tener en cuenta el efecto de la
reducción en la migración y el retorno
de migrantes”. El sentido de las
migraciones se invierte. Estadísticas
del Ministerio Chino de Agricultura
reflejan que tras un incremento en la
desocupación en la costa oriental
industrializada del país asiático, más
de 20 millones de trabajadores habrían
regresado a sus zonas rurales de origen.
Según la OIT, en África “se han
registrado importantes pérdidas de
empleo en la producción de materias
primas y el turismo en los últimos
meses”. Así los trabajadores se ven
obligados a regresar a las zonas rurales
o aceptar (todavía) peores condiciones
laborales. El organismo proyecta que “en
2009 entre el 40 y 50 por ciento de los
trabajadores y trabajadoras de todo el
mundo no ganarán lo suficiente para
superar con su familia el umbral de
pobreza de 2 dólares por día por
persona”.
In God we trust
En Estados Unidos, epicentro de
la crisis, el ritmo de despidos no cede
aunque los mercados ya vean “la luz al
final del túnel”. El desempleo llegó al
8,9 por ciento en abril, su mayor
registro desde 1982. El mes pasado se
perdieron 539 mil puestos de trabajo y
las bolsas de valores festejaron porque
se trató de la menor caída en seis
meses.
Desde
que entró en recesión en diciembre de
2007, la economía norteamericana perdió
5,7 millones de empleos.
El sector público fue el único sector
que registró un incremento en abril (72
mil empleos nuevos), principalmente
debido a la contratación de trabajadores
temporales para llevar adelante el censo
oficial agendado para el año próximo.
Durante 2010, el Estado contratará más
de 1,4 millones de personas para llevar
adelante el relevamiento. El nivel de
empleo en los sectores industriales y
comerciales continúa en caída libre
mientras las grandes tiendas,
automotrices y metalúrgicas siguen
anunciando despidos masivos y cerrando
fábricas para achicar costos o
“convencer a los mercados que son
rentables”.
El economista marxista Anwar Shaikh,
que propone como respuesta a la crisis
la creación directa de puestos de
trabajo desde el Estado, explicó a Cash
que “se necesitan nuevas y mejores
mediciones para el desempleo, si
ajustamos las estimaciones con la gente
que trabaja medio tiempo y los
desalentados, los datos duplican las
medidas oficiales en tiempos normales y
probablemente estén por encima del doble
en momentos como el actual”. Las
estadísticas norteamericanas, así como
la de muchos otros países, “cuentan”
como ocupado a todo el que haya
trabajado al menos una hora durante la
semana previa a la encuesta. A ésto hay
que añadir el fenómeno del trabajador
desalentado: 740 mil personas en abril
que no fueron registradas como
desempleadas. Más allá de aspectos
técnicos, algunos especialistas aseguran
que las cifras son lo suficientemente
contundentes como para impulsar a los
gobiernos a actuar.
¿Qué hacer?
Las respuestas de los gobiernos han sido
variadas y las recomendaciones de los
organismos internacionales
contradictorias. Lo único en que
coinciden en los discursos es la
necesidad de mantener los niveles de
ocupación para evitar los efectos
multiplicadores negativos del desempleo
generalizado. En Europa
Occidental aseguran que sus
economías están mejor preparadas para
enfrentar el incremento en el desempleo
ya que “tienen estabilizadores
automáticos más desarrollados que los
Estados Unidos, al poseer seguros de
desempleo más generosos”, explicó
Ocampo, ex Secretario General Adjunto de
las Naciones Unidas para Asuntos
Económicos y Sociales. Estados Unidos
y Japón extendieron los períodos
que duran esas prestaciones. Para
impulsar la creación de puestos de
trabajo países como Inglaterra
están subsidiando a las empresas,
también están los que premian a quienes
regularizan a sus empleados. Otros
países se están haciendo cargo de una
parte de los salarios de los
trabajadores o de los aportes a la
seguridad social de las compañías.
Muchos países lanzaron planes de
infraestructura para reactivar sus
economías y algunos anunciaron objetivos
explícitos para la creación de empleos:
300 mil
en España, 4 millones pretende Barack
Obama y 100 mil en Chile.
En un escenario donde la demanda externa
se encuentra en retroceso, la consigna
principal para los países de América
Latina es mantener el consumo
doméstico. Las políticas anticrisis que
anunciaron hasta ahora los gobiernos de
la región son muy disímiles y evidencian
las posibilidades de cada país:
Brasil continúa aumentando el
salario mínimo, Colombia hizo lo
mismo pero en una menor proporción,
Paraguay postergó la discusión sobre
el tema pero expandió su programa de
transferencias condicionadas a familias
en situación de extrema pobreza, en
Argentina el Estado se hace cargo de
parte de los salarios en algunas
empresas, y el gobierno de México
está llevando adelante una política
similar.
Claves
Crisis empleo
* La crisis internacional se
presenta en el discurso
económico dominante como una
esencialmente financiera.
* La preeminencia en los medios
de comunicación de la evolución
de indicadores financieros
relegó a un segundo plano las
consecuencias sobre los niveles
de empleo.
* En realidad, el costo más
dramático de esta crisis es
padecida en forma más
contundente por los
trabajadores.
* El año pasado la cantidad de
personas sin trabajo en todo el
mundo creció en 14 millones.
* La Organización Internacional
del Trabajo estima que la
cantidad de personas sin empleo
podría incrementarse, por lo
menos, en 38 millones más para
fines de 2009.
* Analistas locales e
internacionales afirman que “los
mercados están anticipando el
final de la crisis”.
* Pero el mercado de trabajo
tarda entre cuatro y cinco años
en recuperarse, dejando
profundas secuelas sobre los
salarios, la distribución del
ingreso y la calidad del empleo.
|
Tomas Lukin
Tomado del Suplemento
Cash Página 12
29 de mayo de 2009