“La
Jornada”, de México, y otros medios de
comunicación han calificado de increíble
a un informe del secretario general de
Naciones Unidas, Ban Ki Moon, quien
después de visitar Puerto Príncipe, la
capital de Haití, solicitó al Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas una
prórroga de la presencia de la
denominada Misión de Estabilización, de
las Naciones Unidas (MINUSTAH).
José Steinsleger,
periodista del diario mexicano, ha
publicado las declaraciones de
Mercius Lublin, ciudadano de
Haití, habitante de un distrito
de Cité Soleil, quien denunció la
tragedia padecida meses atrás. Estaba,
con su familia, durmiendo en el suelo,
como habían aconsejado los soldados de
Naciones Unidas a los habitantes
de la zona. Pero los propios integrantes
de la MINUSTAH (tropas que
integran militares de algunos países de
América Latina, entre ellos
Uruguay) comenzaron a disparar.
Lublin fue herido en un brazo, su
mujer en los pies, y muertas sus dos
hijas (Sephanie y Alejandra,
de 7 y 4 años, respectivamente).
Según la agencia IPS, que
inspeccionó los cadáveres de las niñas,
la MINUSTAH calificó el hecho de
“daños colaterales”. Por su parte, el
adjunto del secretario de la ONU
para Haití, Joel Boutroue,
responsabilizó de los asesinatos a
“miembros de las pandillas”.
Desde hace bastante tiempo las muertes y
atropellos que cometen soldados de la
MINUSTAH se intentan atribuir a
“secuestradores” y “pandillas” que
operan en Cité Soleil y otros barrios
humildes. Pero esas acciones forman
parte, en realidad, de un operativo
denominado “Sin piedad hacia Cité Soleil”,
que llevan a cabo tropas de otros países
de América Latina, integrantes de
la MINUSTAH, ninguno de los
cuales siquiera se ha opuesto a ese
nombre, que es toda una definición del
modo en que deben actuar los soldados.
“La Jornada”, al informar lo ocurrido en
Haití
refirió, textualmente, que “a comienzos
del 2004 los haitianos no pudieron
celebrar el bicentenario de su
independencia porque Washington, París y
la élite negra derrocaron al presidente
constitucional,
Jean Bertrand Aristide”.
Señaló, además, que el país caribeño fue
ocupado por enésima vez en su historia
y los invasores dispusieron que la
MINUSTAH
quedase encargada de las tareas sucias.
El citado diario aporta un dato que no
ha sido destacado por otra prensa del
continente, a pesar de su gravedad:
“Para empezar –informa–
se cometieron diez mil asesinatos”
Todo el horror de esos crímenes, que se
difundió por Internet , ha sido relegado
por importantes medios de comunicación y
no ha repercutido en los Parlamentos. En
Uruguay, por ejemplo, donde
integrantes de todos los partidos
políticos (con alguna escasa excepción)
votaron el envío de tropas creyendo que
irían a colaborar con la “pacificación”,
nada han dicho sobre esa cantidad de
muertos. Ni siquiera se ha planteado un
pedido de informes.
Históricamente, la responsabilidad de
esos hechos recaerá sobre todos los
países que tienen soldados en la
MINUSTAH; pero hasta el momento,
aunque las fuerzas de ocupación son
responsables de miles de muertes, ese
tema no ha estado en el orden del día de
Parlamento alguno. Los legisladores que
votan el envío de tropas debieran
informarse mejor sobre esa realidad.
La solución de los problemas de
Haití no está en las metralletas de
tropas extranjeras. El país necesita
ayuda para combatir el hambre y las
enfermedades. Su pueblo, el primero de
América Latina que comenzó las
luchas por la independencia, está
integrado por una mayoría de población
negra, explotada sin misericordia por un
grupo minúsculo de burgueses negros
asociados a intereses ajenos al país.
El Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD) del 2004
informa que con 8,5 millones de
habitantes, 7 millones de ciudadanos de
Haití sobreviven con menos de dos
dólares diarios.
De esos 7 millones, 5 viven con menos de
un dólar por día. La comida disponible,
señala ese documento, apenas alcanzaba,
en el 2004, para poco más de la mitad de
los habitantes (el 55 por ciento) en un
país donde una de cada tres muertes, 38
mil al año, correspondía a niños y niñas
menores de 5 años consumidos por la
desnutrición crónica, grave y extrema;
es decir, por hambre.
Pero la realidad no alarma a Ban Ki
Moon, secretario general de
Naciones Unidas, quien tituló un
informe: “Una esperanza para Haití”, el
que destaca que alguna de las últimas
leyes “aumentó en una tercera parte los
ingresos fiscales, el año pasado”.