Con Humberto de Barros Ferreira
“Trabajar así es para volverse loco” |
Durante el Encuentro Internacional de
Trabajadores de la Industria Avícola de
Atibaia, organizado por la CONTAC y la
UITA, el coordinador general del
Sindicato de Trabajadores de la
Alimentación y Afines de Uberlândia,
Minas Gerais, Humberto de Barros, dialogó
con Sirel sobre los efectos del ritmo de
trabajo en la población local.
-¿Cómo se vive la
implantación de las avícolas en
Uberlândia?
-Es algo muy complejo.
Hay mucha gente que no quiere trabajar
allí. Puedo relatar un caso que me
ocurrió hace apenas una semana. Llegaba
al sindicato como todos los días a las
8:30 horas y en la recepción ya había
una persona esperándome; se presentó
como funcionario de
Sadia.
Le hice pasar.
-¿Qué problema tiene,
compañero? –pregunté.
-Quiero que me ayude a
calcular cuánto me corresponde cobrar.
-¿Lo despidieron?
-No, renuncié.
-Y
dígame, ¿cuánto tiempo trabajó en la
fábrica?
-Entré hoy, a las 3 de la
mañana…
Quedé tan sorprendido que
no sabía qué decirle. Luego él me
explicó que cuando vio de qué se trataba
el trabajo, decidió abandonarlo porque
“ese es un lugar para volverse loco; no
quiero cargar con esa cruz”. En
realidad, esta visión del trabajo en las
avícolas no es tan rara como uno
creería. En este caso, el hombre quiso
probar, pero rápido se desengañó.
-¿Puedes aportar más
detalles sobre esto?
-Claro. Digamos que la
empresa despide a 200 trabajadores. Al
día siguiente está llamando a 500 a un
proceso de selección. Los 200
seleccionados empiezan a trabajar, pero
al mes quedan entre 150 y 100 de ellos.
A los tres meses, cuando se cumple el
período de prueba, quedan apenas 40 o 50
personas de aquellas 200.
-¿Es por el ritmo de
trabajo?
-Nadie aguanta.
Uberlândia tiene algo más de 600 mil
habitantes.
Sadia
colocó avisos en televisión, en radio y
un coche con altoparlantes pasando por
los barrios pidiendo que la gente
presentara su currículum para trabajar
en la planta. Tienen déficit de
funcionarios en el matadero, a pesar de
que allí se desempeñan 1.200
trabajadores. Esta planta tiene planes
de expansión y, según los gerentes de la
empresa, será la instalación más grande
de
Sadia
en Brasil. Según esos planes, la
planta ya debería contar con 7.500
empleados, pero no pasa de 6.700. No
consiguen más personal. La rotatividad
es enorme. Y no se trata de que los
salarios sean bajos ni los beneficios
pocos, al contrario, para lo que es
habitual en la ciudad las retribuciones
son buenas. Pero mucha gente prefiere
ganar el salario mínimo en la
construcción antes que permanecer o ir a
trabajar a las avícolas.