Fue una de las
marchas callejeras más importantes de los últimos años en Uruguay: decenas
de miles de personas manifestaron en Montevideo pidiendo la anulación de la
ley de amnistía a los violadores de los derechos humanos bajo la dictadura.
El tema se decide el domingo 25 en un plebiscito.
“Se va a acabar,
se va a acabar, la impunidad en Uruguay”, coreaban los cerca de cien
mil manifestantes, mientras las calles aparecían pobladas de globos y
carteles rosados, el color de la papeleta que el domingo deberán poner en
las urnas quienes se pronuncien por el “Sí” a la anulación de la llamada ley
de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado.
Se necesita el 50
por ciento más uno de los votos para suprimir la norma del ordenamiento
judicial uruguayo. Los sondeos difundidos esta semana le otorgan al “Sí”
algo menos de ese piso (entre 45 y 47 por ciento), pero la Coordinadora
Nacional que impulsó la campaña por la anulación confía en que el grueso del
12 o 13 por ciento de “indecisos” que aún subsiste, decida finalmente acabar
con esta “ley de rocambolesco nombre”, al decir del escritor Eduardo
Galeano, encargado de la oratoria de la manifestación del martes.
A los partidarios
de la anulación les calzó como un guante una decisión de la Suprema Corte de
Justicia, que este lunes, y por unanimidad, declaró por primera vez
inconstitucional la “ley de Caducidad”. El pronunciamiento del tribunal sólo
concierne un caso, el del asesinato de la militante comunista Nibia
Sabalsagaray, torturada hasta la muerte en 1974, pero se presume que
cualquier otro que se le presente a consideración fallará en el mismo
sentido.
“Se cayó
definitivamente el último argumento que esgrimían todos aquellos que todavía
defendían la legitimidad de la ley. La Suprema Corte se puso por fin a tono
con todos aquellos organismos internacionales que instaron a Uruguay
a eliminar una norma aberrante, indigna y antidemocrática como ésta”, dijo
el sindicalista Luis Puig, uno de los integrantes de la Coordinadora.
La Corte estimó
en su fallo que la ley viola un principio constitucional como el de la
separación de poderes, al dar al Poder Ejecutivo, y no al Judicial, la
potestad de decidir si un caso está o no comprendido en la ley. Esa
disposición hizo que hasta 2004 los gobiernos conservadores que se
sucedieron hasta entonces enterraran cualquier veleidad de investigación o
sanción que pudiera tener algún juez o fiscal. Las cosas cambiaron cuando
llegó a la presidencia el socialista Tabaré Vázquez, que resolvió en
sentido contrario a sus predecesores, pero podrían retrotraerse al estadio
anterior si en las elecciones presidenciales del domingo 25 triunfara uno de
los candidatos de la derecha.
Gracias a la
actitud de Vázquez un puñado de represores civiles y militares fueron
juzgados y marcharon a la cárcel por algunos casos de desapariciones y
asesinatos, pero sin la anulación de la ley, muchos otros seguirán impunes.
Hubo otro punto
fuerte en la marcha del martes: el papel que jugaron los hijos de
desaparecidos. Decididos a producir un hecho de impacto, convocaron a una
conferencia de prensa poco antes de la marcha. Allí estaban algunos de los
más activos de los integrantes de la asociación Hijos, como Macarena
Gelman, nieta del poeta argentino Juan Gelman, Amaral García,
hijo de Floreal, asesinado en Buenos Aires, o los hermanos
Victoria y Anatole Julien, hijos de uruguayos, secuestrados en
Argentina y trasladados clandestinamente a Chile, donde hoy
viven. Y estaba también, por primera vez en una iniciativa de esta
naturaleza, Mariana Zaffaroni, uno de los íconos –durante mucho
tiempo a su pesar- de los defensores de los derechos humanos en Uruguay,
con su foto de beba de apenas unos meses ilustrando pancartas y afiches.
Hija de una
pareja de uruguayos desaparecidos en Buenos Aires en 1976, Mariana
fue apropiada por un represor que intervino en la operación de secuestro de
sus padres y con él y su mujer creció bajo una identidad falsa, hasta que en
1992 un juez la obligó a asumir su verdadero nombre. Pero la “normalización”
tardó.
Tras un largo
proceso de “recomposición”, como ella misma dice, hoy Mariana, que
tiene 37 años, tres hijos y ejerce como profesora de derecho, está decidida
a “asumir un reencuentro consigo misma”. En la manifestación del martes
marchó junto a su abuela materna y el retrato de su madre desaparecida, a la
cual recién ahora comienza a “aproximarse”.
“Es importante
para toda sociedad sentar un precedente. Esta vez nos pasó a nosotros, pero
en una sociedad sin justicia le puede pasar a cualquiera”, dijo Mariana
en la conferencia de prensa.
“Ésto también es
el Cóndor, nosotros mismos somos la prueba del plan sistemático que fue el
Cóndor, desperdigados por tres países, muchos años con identidades
cambiadas. Es una aberración que la ley de Caducidad amparó y que hay que
liquidar”, dijo por su lado Victoria Julien.
Y en eco a
Mariana Zaffaroni, Macarena Gelman remató: “Si no entendemos que
lo que nos pasó nos pasó a todos, por lo menos habría que ponerse en el
lugar de a quienes nos pasó y el domingo terminar de una vez por todas con
la impunidad”.