Ángela, de 10 años de edad,
perdió su brazo izquierdo.
Ganaba el equivalente
a 4,90 dólares diarios.
El periódico mexicano La Jornada, en su edición del
miércoles 28 de enero, informa que
Ángela Barraza López, de 10 años,
perdió el brazo izquierdo en un
accidente de trabajo. Una máquina se lo
destrozó cuando limpiaba ejotes(1)
en la banda transportadora de una
empacadora de productos agrícolas en
Culiacán, capital del estado de
Sinaloa. Según la publicación, miles
de menores procedentes de los estados
más pobres de México trabajan en
empresas agropecuarias, expuestos a
enfermedades, intoxicación con
agroquímicos y accidentes.
La tarde del accidente, Ángela limpiaba en la
empacadora hortícola Micsa,
propiedad del empresario Manuel
Zazueta Canelos, cuando la banda
transportadora le atrapó el brazo y se
lo destrozó. La pequeña fue trasladada a
un hospital del Instituto Mexicano del
Seguro Social (IMSS) donde el
médico tratante informó que: “tuvimos
que intervenirla quirúrgicamente cuando
llegó, porque los tejidos venían muy
dañados y no había nada que hacer, así
que amputamos todo el brazo”. Añadiendo
que “personal de psicología y trabajo
social está atendiendo el trauma, ya que
el impacto emocional es muy fuerte para
ella y sus familiares”.
Ángela
cursa por las mañanas el quinto grado en
una escuela primaria. Ella es una más de
los 250 mil jornaleros agrícolas (entre
ellos más de 25 mil niños) que cada año
llegan a Sinaloa, procedentes de
Oaxaca, Guerrero,
Chiapas, Veracruz y del
estado de México. Muchos llegan
con esposa e hijos.
Autoridades inoperantes
El Artículo 22 de la Ley Federal
del Trabajo que establece: “Queda
prohibida la utilización del trabajo de
los menores de catorce años y de los
mayores de esta edad y menores de
dieciséis que no hayan terminado su
educación obligatoria, salvo los casos
de excepción que apruebe la autoridad
correspondiente en que a su juicio haya
compatibilidad entre los estudios y el
trabajo”; es letra muerta en las
regiones rurales de México.
Las autoridades tienen establecidos desde hace años programas
para desalentar el trabajo infantil,
pero no han logrado evitar que millones
de niños y niñas trabajen, estimándose
que algo más de un millón lo hacen en la
agricultura de exportación. Como
siempre, las justificaciones abundan,
entre otras la falta de recursos, la
insuficiencia de inspectores y un largo
etcétera. Tampoco hay que descartar la
corrupción, dado el poderío de los
empresarios.
Sinaloa,
tierra de terratenientes
que
producen para exportar
Según la Confederación de Asociaciones Agrícolas de
Sinaloa, las exportaciones de
hortalizas de sus afiliadas al mercado
de Estados Unidos ascendieron a
572 millones de dólares en 2007, año en
que se enviaron cerca de 316.828
toneladas de tomate a ese país.
Las 80 empresas agrícolas de Sinaloa son propiedad de
apenas una veintena de familias, algunas
también son dueñas de campos agrícolas
en los estados de Sonora y
Baja California Sur. Con tamaña
concentración, es fácil imaginar el
poder económico y político que este
puñado de latifundistas posee en la
región.
Nada de
demandas
La madre de Ángela, Rosario López Flores, que
trabaja en otra granja propiedad de
Manuel Zazueta asegura,
seguramente para preservar su trabajo,
que no quiere problemas ni demandas.
Ella sí está registrada en el IMSS,
lo cual le permitió internar a Ángela
en un hospital del Instituto. El esposo
de Rosario también es asalariado
agrícola.
Sin embargo, Rosario se queja de que el empresario
empleaba a Ángela de manera
informal. “Le pagaba sus 70 pesos
diarios (4,90 dólares) en un sobrecito
blanco, con su nombre, pero sin
prestaciones ni nada”. Zazueta,
afirma Rosario, debe
responsabilizarse del daño, sufragar el
tratamiento y los medicamentos, la
rehabilitación física y psicológica, y
pagarle una prótesis. “No quiero
pleitos. No quiero acudir a la Comisión
de Derechos Humanos o a la demanda. Lo
que quiero es que responda, que le dé a
mi hija una pensión por incapacidad”.
Más
víctimas, más cómplices
Al igual que Ángela, muchas niñas de su edad trabajan
en la recolección y limpieza de tomate o
pepino, o de mandaderas, por una paga
que va de 40 a 60 pesos diarios (2,80 a
4,20 dólares). Y no falta el descuento
de dos pesos diarios para el sindicato,
aunque sus representantes nunca
aparezcan para exigir el cumplimiento de
la ley o buscar mejores condiciones
laborales.
Desde la aprobación del TLC (Tratado de Libre Comercio
entre México, Estados Unidos
y Canadá) las agroindustrias
mexicanas, especialmente las situadas en
la frontera norte, fueron
flexibilizando el trabajo y contratando cada vez más mano de obra
femenina e infantil, a la vez que la
precarización agudizaba todavía más las
condiciones de explotación.
Existen regiones donde la participación
de la mujer en la agricultura
-especialmente aquella destinada a la
exportación- llega al 50 por ciento de
la fuerza de trabajo y los menores de 14
años o menos, al 20. Quiere decir que,
junto a la feminización se produjo una
“infantilización”, debido a que las
mujeres son acompañadas frecuentemente
por sus hijos que ingresan así
prematuramente al trabajo. Es fácil
deducir que al volverse parte de los
asalariados, los niños presionan a la
baja los salarios de los hombres y
mujeres adultos, generando un círculo
perverso. Esto se pone de evidencia en
el caso de Rosario, su esposo y
la infortunada Ángela.
Un
futuro incierto
En un segundo, los accidentes laborales pueden costar la vida
o bien cambiar la forma de afrontarla.
Para Ángela y su familia el drama
recién comienza. Si están dispuestos a
iniciarlo, les espera un litigio muy
largo y complicado para recibir una
indemnización.
La Ley Federal del Trabajo establece en su artículo 514 los
porcentajes de indemnización que un
trabajador debe recibir por accidentes
laborales que impliquen la pérdida de
alguna extremidad o miembro del cuerpo,
así por ejemplo, por la amputación del
brazo deberá recibir entre el 70 y 80
por ciento de su sueldo, por la pérdida
total de la mano entre 65 y 75 por
ciento, por 4 dedos de la mano,
incluyendo el pulgar, según la movilidad
del dedo restante, de 55 a 65 por
ciento, entre otros. A su vez, la ley
determina que si el trabajador que sufre
un accidente está registrado en el
seguro social, éste se hace cargo de la
responsabilidad consiguiente”.De tal
suerte que la responsabilidad con el
trabajador debe ser compartida entre el
patrón y el seguro, sin embargo, el
proceso para acreditar el accidente, así
como los trámites para obtener la
indemnización y pensión, se convierten
en un largo suplicio para el
accidentado. En consecuencia, el futuro
de Ángela es más que incierto.
México,
seguro y confiable
A todo esto, el presidente de México, Felipe
Calderón Hinojosa, junto a su esposa
y al tristemente recordado ex presidente
Ernesto Zedillo, anda por la
localidad suiza de Davos
afirmando que su país “tiene una de las
economías más sólidas del mundo” y
reuniéndose con empresarios extranjeros
para informales sobre las “grandes
ventajas que ofrece México como
destino seguro y confiable para nuevas
inversiones”. De acuerdo señor
presidente, México será un país
muy bueno para invertir pero es muy malo
para trabajar.