Nanotecnología:

se multiplican las alertas sobre sus riesgos

 

Cremas con filtro solar que incluyen dióxido de titanio o pasta de dientes reforzada con hidroxiapatita; a diario se están utilizando decenas de productos que contienen nanopartículas. No es el caso discutir todo el potencial que la nanotecnología encierra debido a las propiedades físicas y químicas que adquieren los materiales a escala nanométrica (un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro). Pero en los últimos meses están sonando numerosas alarmas advirtiendo sobre los posibles efectos negativos de esta revolución tecnológica en la salud y el medio ambiente.

 

Aunque parezca increíble, pese a su utilización cada vez más masiva, existen escasos estudios científicos sobre los posibles riesgos de la nanotecnología. Se trata, fundamentalmente, de una cuestión de números aplicada según la lógica capitalista. La irresponsabilidad, especulación y descontrol que llevaron al mundo a la crisis económica actual deberían servir de ejemplo, pero en la carrera por el lucro no existen límites. Estados Unidos invierte 4.500 millones de dólares en investigación sobre nanotecnología, de los cuales solamente el 5 por ciento es destinado a evaluar sus riesgos. En Europa, la inversión ronda los 600 millones de euros al año, mientas a la investigación de los posibles efectos sólo se destinan 24 millones.

 

Para intentar encontrar respuestas a las posibles consecuencias ambientales de la nanotecnología, cuatro universidades estadounidenses acaban de constituir el Centro de Implicaciones Ambientales de la Nanotecnología (CEINT, por sus siglas en inglés). Y una de sus principales tareas consistirá en crear ecosistemas de laboratorio a los efectos de investigar el comportamiento de los organismos y ecosistemas ante los nanomateriales. Veremos hasta donde las grandes corporaciones lo dejan avanzar.

 

También en Europa se ha empezado a investigar. En el Instituto Federal Suizo para la Ciencia y Tecnologías del Agua (Eawag), se están realizando diversos trabajos destinados a analizar las propiedades de las nanopartículas de plata. Estas partículas, debido a sus propiedades bactericidas, se utilizan en multitud de productos como ropa, calzado, pinturas, lavadoras, refrigeradores, detergentes y hasta en ceras para coches. Lo preocupante es que existen muy pocos estudios sobre su impacto en la salud y el medio ambiente. Los científicos -cuyas investigaciones han sido publicadas en Environmental Science and Technology- constataron que la toxicidad de las nanopartículas de plata procede tanto de su tamaño como de su capacidad para liberar iones de plata, muy tóxicos para los organismos. Asimismo, han observado que su interacción con los organismos (en este caso, algas) puede incrementar la liberación de estos iones. La cuestión es saber qué cantidad de ellos llegará al medio ambiente, y como se comportarán una vez que se liberen.

 

En un reciente artículo publicado en Ecotoxicology, este mismo equipo analiza los trabajos anteriormente publicados sobre plantas, algas y hongos, llegando a la conclusión de que las nanopartículas pueden llegar a influir en el medio ambiente y alterarlo. Sin embargo, reconocen que la actual falta de estudios no permite, por el momento, extrapolar los resultados obtenidos en laboratorio a nivel del ecosistema, ni tampoco prever a largo plazo los efectos de los nanomateriales en el medio ambiente.

 

Informes de Naciones Unidas, la Royal Society británica y la Unión Europea, ponen de manifiesto la necesidad de profundizar en las investigaciones medioambientales sobre los riesgos de lo nano. “Un problema general es que no es posible anticipar todos los contextos de uso y todas las posibles vías de liberar nanopartículas. El ejemplo del CFC -cuya fabricación fue prohibida por el Protocolo de Montreal porque destruye la capa de ozono- ha demostrado que las cadenas de reacción pueden ser muy complejas”, indica el estudio del Parlamento Europeo “El papel de la nanotecnología en la sustitución química”. Los asesores científicos del Parlamento añaden que “la investigación en toxicidad debe acompañar el desarrollo de la nanotecnología. Pero también debe haber una supervisión del empleo de este tipo de productos”.

 

La necesidad de reglamentar los nanomateriales

 

Estas incertidumbres muestran inequívocamente la urgente necesidad de regular legalmente el uso de los nanomateriales. La propia Comisión Europea, en su reciente comunicado: Aspectos reglamentarios de los nanomateriales, admite que la aplicación de la legislación en este ámbito “debe perfeccionarse” a medida que se reduzca el “déficit de conocimientos” sobre sus riesgos.

 

El biólogo Enrique Navarro, integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, añade que “en algunos países las legislaciones asimilan estos compuestos al material del que están hechos. Eso nos llevaría, por ejemplo, a tratar las nanopartículas de plata como un anillo o un collar”. Para el experto, se trata de un enfoque insuficiente, ya que a pesar de compartir la composición, al tener una escala nanométrica, estos materiales manifiestan propiedades hasta ahora desconocidas que hacen, además, que los ensayos toxicológicos habituales puedan resultar inadecuados. “Por eso es urgente una reglamentación específica”, asegura.

 

Este científico tiene claro hacia dónde hay que encaminar la investigación.  Piensa que lo primero es invertir en investigación básica que permita desentrañar los mecanismos de toxicidad de estos materiales. También cree que hay que desarrollar ensayos “apropiados”, que permitan valorar la toxicidad y sus riesgos ambientales. Por último, piensa que hay que desarrollar “de forma simultánea y urgente” una reglamentación que considere las propiedades especiales de los nanomateriales, permita el desarrollo tecnológico y, al tiempo, limite al máximo sus efectos negativos. “No será una tarea fácil”, concluye, seguramente previendo su complejidad y la resistencia que encontrará por parte de las empresas. Es que ante el temor de que la nanotecnología genere preocupaciones como las que envuelven a los alimentos transgénicos, varias empresas están pidiendo a las agencias gubernamentales europeas que coordinen sus esfuerzos para garantizar que los minúsculos materiales son seguros y no dañan el medio ambiente.

 

“Lo cierto es que a medida que esa tecnología gana popularidad crecen los interrogantes entre los consumidores sobre la seguridad de sus materiales”, precisó Raymond David, gerente de toxicología para Norteamérica del grupo químico alemán BASF. La transnacional -que ya fabrica filtros solares, productos químicos para la construcción y polímeros que incorporan nanotecnología- se ha unido a DuPont, al Consejo Químico Americano y a otros grupos de la industria, para respaldar un informe recientemente publicado en el cual, el Consejo Nacional de Investigaciones pide que los países mejoren sus esfuerzos para garantizar la seguridad de las investigaciones sobre nanotecnología.

 

David dijo que es necesario que Estados Unidos trabaje para garantizar la seguridad de los nuevos materiales desarrollados a través de la nanotecnología, que implica la manipulación de materiales miles de veces más pequeños que el grueso de un cabello humano. "Eso genera en todos nosotros cierto temor a que estos esfuerzos no sean bien recibidos o puedan seguir el camino de los alimentos genéticamente modificados en Europa. Ciertamente no querríamos eso", precisó. "Es desafortunado que los alimentos GMO no hayan sido aceptados de la manera que todos esperábamos. Son, además, tremendamente prometedores. Queremos asegurar no equivocarnos esta vez", dijo David. El ejecutivo no aclaró como deberían proceder ahora las compañías, pero de su razonamiento es fácil deducir que la intención es ocultarle información a los consumidores y a la sociedad en general.

 

En Gran Bretaña, el pasado mes de noviembre varios expertos afirmaron que se necesitan urgentemente más controles y más regulación en materia de nanomateriales. "Habiendo analizado los impactos potenciales en salud y medio ambiente que derivan de las propiedades de los nanomateriales, hemos concluido que hay una causa plausible de preocupación en cuanto a algunas (pero no todas las) clases de nanomateriales", afirmó un informe financiado por el gobierno británico. La investigación fue realizada por la Comisión Real de comunidades científicas, legales, empresariales y médicas de Gran Bretaña.

 

En concreto, el informe menciona las diminutas moléculas de carbono en forma de balón de fútbol conocidas como "buckyballs"1, las cuales podrían utilizarse en campos tan variados como innovadores sistemas de dosificación de fármacos o para suministrar energía a las células, así como los nanotubos de carbono y la nanoplata. Estudios recientes mostraron que las "buckyballs" podrían ser una amenaza para la salud al acumular grasa y relacionaron los nanotubos de carbono con el riesgo de cáncer de pulmón.

 

"Grandes corporaciones y nuevas empresas de casi todos los sectores han invertido en nanotecnología, que en el 2007 ya estaba presente en productos por valor de 147.000 millones de dólares”, según Lux Research. Sin embargo, los científicos comienzan a investigar el impacto que esos objetos diminutos podrían tener y el informe británico advirtió que la normativa actual podría no ser capaz de seguir el ritmo de desarrollo de la tecnología. "También nos preocupa que próximas generaciones de nanoproductos más sofisticados planteen cuestiones que no podrán afrontarse tratándolos como productos químicos o derivados de químicos", dijo en un comunicado el ecologista John Lawton, que dirigió el estudio.

 

Los nanomateriales podrían dañar el medio ambiente

 

Ya en septiembre de 2008 un grupo de expertos advertía que las "buckyballs", pondrían en riesgo la salud al acumularse en la grasa. Las nanopartículas podrían acumularse en el tejido graso de los peces y otros animales, escribió el equipo en la revista Environmental Science and Technology. "Nuestros resultados muestran que serán acumuladas por los peces y otros organismos, posiblemente en niveles tóxicos", dijo Chad Jafvert, de la Purdue University en Indiana. El equipo de Jafvert se focalizó en las buckyballs, a las que mezclaron con agua y octanol (que se asemeja a la grasa animal) y hallaron que las nanopartículas se acumulaban en la sustancia grasa en mayores concentraciones que el pesticida prohibido DDT, que también se junta en la grasa.

 

Las preocupaciones sobre la seguridad de las buckyballs han estado creciendo. En el 2005, pruebas de laboratorio mostraron que eran tóxicas para las bacterias del suelo y otros estudios indicaron que podrían causar daño cerebral importante en los peces. Algunas investigaciones sugieren que los diminutos objetos tendrían efectos diferentes en el organismo que los cuerpos de mayor tamaño. No está claro si las buckyballs se descompondrán en el medio ambiente o si serán procesadas por el metabolismo animal, dijo Jafvert. "Nosotros no acumulamos biológicamente azúcares porque procesamos los azúcares, pero sí acumulamos biológicamente otros compuestos que no metabolizamos", señaló.

 

Comprender cómo las buckyballs y otras nanopartículas actúan es importante, porque los fabricantes ya están produciéndolas de a millones por año, dijo en una entrevista Mary Haasch, científica que trabaja en la Agencia de Protección Ambiental en Duluth, Minnesota. "La preocupación no es sólo que puedan ser malas para los peces. Necesitamos saber si las personas que están elaborándolas están aspirando el material", añadió la experta.

 

En esas estamos.

 

 

En Montevideo, Enildo Iglesias*

 Rel-UITA

9 de enero de 2009

Enildo Iglesias

 

 

 

* Con información de Público.es y de la agencia Reuters

1 - Moléculas huecas compuestas por 60 átomos de carbono, llevan ese nombre en honor al arquitecto estadounidense Buckminster Fuller, quien diseñó la cúpula geodésica

Foto 1: noticiastech.com

Foto 2 - 3: blogs.creamoselfuturo.com

 

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Imágen: lacapital.com.ar

 

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