Más de 35 mil personas respondieron a la convocatoria que
lanzó
Bolivia a la
Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio
Climático y Derechos de la Madre Tierra (CMPCC),
en Cochabamba, del 19 al 22 de abril.
La tercera parte vino de 142 países en cinco continentes.
La mayoría de los participantes fueron
movimientos sociales, campesinos, indígenas,
organizaciones de mujeres, ambientalistas,
pescadores.
También
acudieron representantes de gobierno de 47
naciones, académicos, intelectuales, activistas,
artistas, músicos. Se debatió intensamente en 17
grupos de trabajo convocados por los
organizadores y 127 talleres autoorganizados.
Además, una de las grandes federaciones
indígenas de
Bolivia:
el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del
Qullasuyu (Conamaq), llamó con otras
agrupaciones a la Mesa 18 para tratar temas que
no veían reflejados en la agenda de la
conferencia, como la crítica a proyectos
mineros, de gas y petróleo.
La convocatoria a esta cumbre rebasó todas las expectativas,
tanto en número como en contenido,
convirtiéndose en un hito histórico en el debate
internacional sobre la crisis climática. Ante
las maniobras de los gobiernos poderosos en
Copenhague,
Bolivia convocó a las bases de las sociedades del mundo a manifestar
sus posiciones y plantearlas a los gobiernos.
Ambas cosas sucedieron en forma contundente.
También se afirmaron las redes e interacciones
entre los movimientos, con una sana distancia de
las propuestas de crear nuevas redes globales,
ahora sobre crisis climática. Esto quedó para
discutir entre los movimientos: la mayoría no
considera que se necesita una nueva estructura,
sino más interacción y complementación.
Se creó sí, una base común para la compresión,
el análisis crítico y las estrategias frente a
la crisis climática, enriquecida por diversas
perspectivas desde muchas culturas, pueblos,
organizaciones temáticas y sectoriales del
continente y el mundo. El Acuerdo de los Pueblos
en Cochabamba refleja esto (www.cmpcc.org).
Hubo rechazo enérgico y repetido al
Entendimiento de Copenhague que quiso imponer
una veintena de países -los mayores responsables
de la crisis climática- en diciembre pasado. Los
cínicos compromisos que allí se firman
significarían un aumento de la temperatura hasta
de cuatro grados, una catástrofe anunciada para
los pueblos del Sur. La CMPCC exige
detener el calentamiento descolonizando la
atmósfera, con una reducción de 50 por ciento de
las emisiones de gases de los países
industrializados en su fuente, no mediante
mecanismos de mercados de carbono, a los cuales
se opone en todas sus variantes. Rechaza también
los mecanismos llamados REDD, que bajo el título
de reducir la deforestación, en realidad la
aumentarán y provocarán la alienación del manejo
de los bosques por las comunidades y pueblos,
además de promover los monocultivos de árboles,
que no son bosques, sino agravantes de las
crisis.
Enmarcando todo esto, se plantea una denuncia de
las causas reales de la crisis climática
planetaria. Confrontamos la crisis terminal del
modelo civilizatorio patriarcal basado en el
sometimiento y destrucción de seres humanos y
naturaleza, que se aceleró con la revolución
industrial. El sistema capitalista nos ha
impuesto una lógica de competencia, progreso y
crecimiento ilimitado. Este régimen de
producción y consumo busca la ganancia sin
límites, separando al ser humano de la
naturaleza, estableciendo una lógica de
dominación sobre ésta, convirtiendo todo en
mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano,
las culturas ancestrales, la biodiversidad, la
justicia, la ética, los derechos de los pueblos,
la muerte y la vida misma, expresa el Acuerdo de
los Pueblos.
Condena la
agricultura industrial y las corporaciones de
los agronegocios -directamente responsables de
cerca de la mitad de las emisiones que causan la
crisis climática-, así como los mecanismos y propuestas que apoyan el avance
de las transnacionales y la devastación de la
Madre Tierra, como los tratados de libre
comercio
y la
introducción de nuevas y riesgosas tecnologías,
como transgénicos, tecnología "Terminator",
nanotecnología, geoingeniería y
agrocombustibles.
Denunciamos cómo el modelo capitalista impone
megaproyectos de infraestructura, invade
territorios con proyectos extractivistas,
privatiza y mercantiliza el agua y militariza
los territorios, expulsando a los pueblos
indígenas y campesinos de sus tierras,
impidiendo la soberanía alimentaria y
profundizando la crisis socioambiental, continúa
el Acuerdo de los Pueblos.
La declaración de la Mesa 18 enfatiza estos
mismos aspectos, criticando políticas extractivistas y proyectos de explotación de
hidrocarburos y mineros del gobierno boliviano.
Aclara que su iniciativa no fue "una tribuna
para desacreditar al gobierno ni para socavar la
legitimidad de un cónclave del que nos sentimos
parte… (se trata de) formular propuestas que
ayuden a enderezar el rumbo del proceso de
cambio, asumiendo la responsabilidad de
defenderlo y protegerlo, porque ha sido
concebido por el movimiento popular boliviano en
muchos años de lucha".
La CMPCC plantea también estrategias y
propuestas, como el reclamo de la deuda
ambiental, la creación de un tribunal
internacional de justicia climática, la
Declaración Universal de los Derechos de la
Madre Tierra. La de más largo alcance sigue
siendo implementar la soberanía alimentaria,
basada en formas de vida y producción
campesinas, indígenas y locales, que es el
principal factor que enfría el planeta y el que
puede volverlo al equilibrio, además de promover
la justicia social y la biodiversidad.
Todo esto y más llegará a Cancún, donde las
negociaciones oficiales sobre el clima
sesionarán en diciembre. Pero sobre todo, ya
está entre los movimientos sociales de todo el
mundo.